• Páginas

  • Categorías

  • Archivos

Alto el fuego, alto la carga.-

Muchísimas gracias a todos los que atendiendo a mi artículo en el blog del pasado lunes día 6 de julio os habéis tomado la molestia de enviarme un correo electrónico facilitándome credenciales para presentar ante la Agencia Valenciana de Turismo en la persecución del curioso objetivo de convertir una destilería también en establecimiento turístico.
Necesito participaros que aunque con un documento es suficientes, el disponer de varios ayudan a consolidar cualquier razonamiento y como no se trata de llenar el armario de la Consejería de Turismo con la carpeta de mi expediente, os participo que con lo que he recibido hasta ahora, entiendo que es harto suficiente.
También en los momentos de dificultades, comprobamos que la respuesta social es fundamental a la hora de conseguir el éxito de un proyecto, puesto que con la buena voluntad y todo nuestro empeño, no es suficiente.

Anuncio publicitario

La fecha de caducidad en los alimentos.-

Recuerdo cuando era pequeño que todo se compraba y todo de vendía sin importar la fecha de su fabricación o la del límite de su aconsejado consumo. Las cosas eran tal cual y especialmente los alimentos, se comían frescos del tiempo, no como ahora fríos de la nevera porque, ciertamente no habían.
Estamos acostumbrados y vivimos de forma de lo más normal, que en las casas modernas en lugar de despensa haya un armario que suple mínimamente sus funciones y asociado a él, un gran frigorífico lleno de artículos comestibles envasados y etiquetados según la norma regulada por el Real Decreto 1334/1999, indicando sus ingredientes y con su importantísima fecha de caducidad bien rotulada.
Con tanto laboratorio repleto de investigadores para añadirle a los alimentos que comemos aquello que le falta y quitarle, lo que supuestamente le sobra, nadie ha inventado un sencillo sistema para que el alimento se pueda conservar por tiempo indefinido sin que se estropee perdiendo sus cualidades y si es posible mejorarlas.

El homo sapiens.-

Desde que nacemos, empezamos a descubrir un nuevo mundo totalmente desconocido que puede ser fascinante o frustrante según la instrucción que vamos recibiendo en el avance de nuestro aprendizaje, tal vez por ello, a nuestra especie la autodenominemos «homo sapiens» que significa el que quiere saber. Lo cierto es que la evolución tecnológica de los últimos tiempos nos pilla a todos fuera de juego e intentar incorporarla en nuestra vida, es tarea harto difícil al exigirnos una reorganización interna del cerebro y del espíritu que no siempre estamos dispuestos a poder realizar, mas si cabe, cuando en el mundo consumista, lo que ayer era un gran avance, hoy descubrimos como algo obsoleto porque, no somos nosotros los que evolucionamos sino las máquinas de nuestro entorno de las que solo aprovechamos una pequeñísima parte de sus posibilidades.
Un buen día tuve interés en aprender a programar en hipertexto y así lo hice porque el Internet me brindaba la oportunidad de almacenar información en una libreta de un armario de mi casa tan especial para mi, que por sus características, a su vez permitía a todo el mundo acceder a esta información de la que su importancia, residía en las ideas u ocurrencias que podía despertar en el lector para la ejecución de nuevas iniciativas y entre todos, cada cual en su parcela, compartir del conocimiento universal al alcance de todos nosotros mismos en cualquier parte de mundo y a cualquier hora. Ahora ya no era menester ir a una biblioteca en su horario público para instruirnos, nosotros, desde nuestra propia voluntad, avanzamos en los conocimiento que nos inquietan desde cualquier lugar y en cualquier instante. Pero, aquí nace el gran problema del autoaprendizaje. El ser autodidacto es tarea harto difícil y exige mucha voluntad o interés. Las personas somos seres de costumbres y cuando aprendemos a hacer una cosa de una manera, nos es muy difícil abandonar el método que tanto sacrificio nos cuesta en aprenderlo, para volverlo reaprender de otra forma que se supone debería ser la correcta.
En este preciso instante hay una corriente de sentimiento colectivo por el que al parecer, si no tienes un blog eres casi menos que subnormal, pero el blog, no es una planta cualquiera en un monte, no es un árbol que plantamos en nuestro campo y podemos ir a cuidarlo cualquier día que nos plazca, sino que se trata de un hijo al que debemos prodigarle todos los cuidados diarios que podamos y que por nuestras obligaciones, no siempre estamos dispuestos a concederle, por consiguiente, el resultado es el que es y todos los días nacen bloges nuevos y al igual que en el mundo del comercio, casi todos quedan en el olvido perdidos por las unidades de memoria internáutica de la red, pero aún así, lo importante no es lo que nosotros hayamos podido escribir para compartir en un instante de nuestra vida, sino la ocurrencia que pueda despertar en la mente del lector, en cualquier otro momento de la suya.

El homo sapiens.-

Desde que nacemos, empezamos a descubrir un nuevo mundo totalmente desconocido que puede ser fascinante o frustrante según la instrucción que vamos recibiendo en el avance de nuestro aprendizaje, tal vez por ello, a nuestra especie la autodenominemos «homo sapiens» que significa el que quiere saber. Lo cierto es que la evolución tecnológica de los últimos tiempos nos pilla a todos fuera de juego e intentar incorporarla en nuestra vida, es tarea harto difícil al exigirnos una reorganización interna del cerebro y del espíritu que no siempre estamos dispuestos a poder realizar, mas si cabe, cuando en el mundo consumista, lo que ayer era un gran avance, hoy descubrimos como algo obsoleto porque, no somos nosotros los que evolucionamos sino las máquinas de nuestro entorno de las que solo aprovechamos una pequeñísima parte de sus posibilidades.
Un buen día tuve interés en aprender a programar en hipertexto y así lo hice porque el Internet me brindaba la oportunidad de almacenar información en una libreta de un armario de mi casa tan especial para mi, que por sus características, a su vez permitía a todo el mundo acceder a esta información de la que su importancia, residía en las ideas u ocurrencias que podía despertar en el lector para la ejecución de nuevas iniciativas y entre todos, cada cual en su parcela, compartir del conocimiento universal al alcance de todos nosotros mismos en cualquier parte de mundo y a cualquier hora. Ahora ya no era menester ir a una biblioteca en su horario público para instruirnos, nosotros, desde nuestra propia voluntad, avanzamos en los conocimiento que nos inquietan desde cualquier lugar y en cualquier instante. Pero, aquí nace el gran problema del autoaprendizaje. El ser autodidacto es tarea harto difícil y exige mucha voluntad o interés. Las personas somos seres de costumbres y cuando aprendemos a hacer una cosa de una manera, nos es muy difícil abandonar el método que tanto sacrificio nos cuesta en aprenderlo, para volverlo reaprender de otra forma que se supone debería ser la correcta.
En este preciso instante hay una corriente de sentimiento colectivo por el que al parecer, si no tienes un blog eres casi menos que subnormal, pero el blog, no es una planta cualquiera en un monte, no es un árbol que plantamos en nuestro campo y podemos ir a cuidarlo cualquier día que nos plazca, sino que se trata de un hijo al que debemos prodigarle todos los cuidados diarios que podamos y que por nuestras obligaciones, no siempre estamos dispuestos a concederle, por consiguiente, el resultado es el que es y todos los días nacen bloges nuevos y al igual que en el mundo del comercio, casi todos quedan en el olvido perdidos por las unidades de memoria internáutica de la red, pero aún así, lo importante no es lo que nosotros hayamos podido escribir para compartir en un instante de nuestra vida, sino la ocurrencia que pueda despertar en la mente del lector, en cualquier otro momento de la suya.