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El turismo, un negocio de aventura.-

Cuando me levanto por la mañana, abro la ventana y veo los árboles sin hojas, nunca entiendo la razón del por qué con la llegada de los fríos vientos invernales del norte, se vuelan todas por la calle y se amontonan entre los recovecos de las paredes, tal vez guarden relación con aquel comentario de mi abuelo Julián Segarra Ferreres cuando decía que la ventaja de transportar a los músicos de La Salzadella estaba en que las personas se cargaban y descargaban solas.
Cíclicamente aparecen las inclemencias meteorológicas y se produce una limpieza general, de tal suerte que en el árbol del comercio desaparecen algunas de las flores que nunca llegarían a madurar y hojas que no facilitan la función clorofílica, porque sus comerciantes, no viven ni sienten sus oficios en la sangre que corre por sus venas y permiten, si tienen algún cliente bueno, cederlo a los demás comerciantes que lo son de verdad, para que lo aprovechen.
Los aventureros del comercio que buscan acreditar ser analfabetos en su profesión, publicitan incomprensiblemente sus negocios, artículos y servicios para expansión e imagen comercial en épocas de esplendor y bonanza lo que sirve para lo mismo que no hacerlo igualmente en las ferias internacionales durante los tiempos de crisis y recesión.

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La economia comienza por el ahorro.-

Estos días parece que por el mundo están todos los Gobiernos en plena efervescencia, la televisión no para de comentarnos por todos las canales que algo malévolo se nos avecina y una sensación de intranquilidad se nos apodera de los continuos lloriqueos de boquilla en los tradicionales lugares de encuentro, bien sean tiendas o bares.
Al parecer en la otra parte del mundo, alguien ha estornudado y de repente todos deberíamos andar constipados. Es evidente que cuando no se tiene cerca una botella de Brandy del Maestrazgo, cualquier virus que se cruce en tu camino te puede producir «un cinc de copes buides» por el que pierdes el control de la situación y andas como un caballo desbocado o un pato mareado.
Pero ante cualquier tropiezo, en el siempre difícil caminar de la vida, hay que saber capear el mal temporal y si previamente, durante las épocas de bonanza, hemos aprendido que ahorrar no consiste en comprar barato de precio, sino en saber distinguir lo superfluo de lo necesario, la crisis no debería existir en nuestro vocabulario.

La economia comienza por el ahorro.-

Estos días parece que por el mundo están todos los Gobiernos en plena efervescencia, la televisión no para de comentarnos por todos las canales que algo malévolo se nos avecina y una sensación de intranquilidad se nos apodera de los continuos lloriqueos de boquilla en los tradicionales lugares de encuentro, bien sean tiendas o bares.
Al parecer en la otra parte del mundo, alguien ha estornudado y de repente todos deberíamos andar constipados. Es evidente que cuando no se tiene cerca una botella de Brandy del Maestrazgo, cualquier virus que se cruce en tu camino te puede producir «un cinc de copes buides» por el que pierdes el control de la situación y andas como un caballo desbocado o un pato mareado.
Pero ante cualquier tropiezo, en el siempre difícil caminar de la vida, hay que saber capear el mal temporal y si previamente, durante las épocas de bonanza, hemos aprendido que ahorrar no consiste en comprar barato de precio, sino en saber distinguir lo superfluo de lo necesario, la crisis no debería existir en nuestro vocabulario.