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La caza en el parany.-

Hace unos meses se dictó una nueva Sentencia de la Audiencia Provincial de Castellón desestimando un recurso presentado por el Ministerio Fiscal contra un paranyer que era considerado nada más y nada menos como delincuente por disponer de un parany en una finca de su propiedad.
El pasado día 19 de mayo el Tribunal Constitucional emitía un auto por el que suspende este tipo de caza tradicional a la espera de que que el máximo órgano jurídico determine la constitucionalidad de la ley autonómica de caza.
Y en todo este desaguisado, supongo que algo tendrán que decir la Consejería de Medio Ambiente y las ONG’s medioambientales defensoras de la biodiversidad, porque lo que realmente importa saber al sufrido labrador cosechero recolector de aceitunas es saber si la manutención de las especies protegidas correrá por cuenta de los abanderados reivindicadores como el Ministerio Fiscal o continuarán siendo los currantes de siempre, ahora acusados delincuentes.

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La caza del tordo.-

Cuando se acerca la primavera por las tierras del Maestrazgo, nos percatamos del inicio del buen tiempo climatológico porque aparecen las golondrinas, típicos pajaritos emigrantes que todos los años vienen a confeccionar sus nidos en nuestras latitudes, alimentan a sus crías sin molestar a nadie y por ello, tampoco son molestados.
Debido a este hecho, porque su alimentación está basada principalmente de larvas, gusanitos, moscas y algún mosquito, colaborando en el equilibrio ecológico de unos indeseados insectos y otras especies animales, son muy bien recibidos. Al final del verano, con sus vuelos migratorios, retornan a otros lugares y en el Maestrazgo esperamos resignadamente la llegada del invierno que de nuevo aparecen otras aves migratorias, los conocidos tordos.
Pero estos nuevos visitantes, por las circunstancias naturales, se alimentan primero de bayas y posteriormente de olivas y es aquí dónde nace el problema. Aunque yo no sea cazador, ni me entretenga cazando y no discuta las razones por las que los grupos ecologistas reivindiquen sus ideales, por las que las leyes, regulen o prohíban determinadas prácticas de caza, deberían ser sus defensores y legisladores, quienes con su dinero alimenten a los tordos y que no confiasen en mi persona o en los dueños de las aceitunas que se comen, porque después de estar todo el año cuidando nuestros olivos y anhelando el tiempo de la recolección del fruto de nuestro trabajo, es muy desagradable cuando, a la postre, vienen los ladrones tordos a robarlo.