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xertoli, el fracaso de una idea.-

Cuando pronunciamos la palabra chertolí, todos sabemos que es nuestro gentilicio, nos dice que nosotros somos los hijos de Chert, los de la ciudad amurallada de la cima, haciendo clara alusión a la Mola Murà, aunque para muchos, pueda parecer un nombre de terminación despectiva.
Con la venida de la democracia todos tenían derecho a imponer su criterio y especialmente nos inundó un sentimiento generalizado de cambiar los nombres a los pueblos. La voluntad comercial el pueblo de Chert, puso en marcha la imaginación y las mentes pensantes del momento, decidieron que podían envasar el aceite con el nombre de xertoli diseñando una muy bonita y acertada etiqueta.
Desgraciadamente, después de la inversión realizada y la planta envasadora operativa, el aceite no cumplía las reglamentaciones específicas y debió desguazarse la infraestructura. Corrían los primeros años de la década de los 80 y el Servicio de Extensión Agraria se afanaba en venir al pueblo de Chert para dar consejos ocurrentes a los labradores, siendo fundamental en aquellos años, el arrancar todos los olivos viejos y replantar de nuevos como los naranjos, ante la extrañeza y negativa de los propios recolectores de olivas que no aceptaron semejantes sabias ideas.
Ahora, que ya han pasado treinta años, hasta el podar está regulado. Ya puede imaginarse el lector donde está el interés por la conservación del olivar y la razón de su abandono, si antes de iniciar la cansada faena hay que pedir permiso para cualquier actuación agrícola y esperar licencia de respuesta, ¡che!, desertores del arado firmantes de paperets, ir a marear la perdiz a otra parte y comer petróleo.

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La ciudad amurallada del norte.-

De mis extrañas fuentes de información, llegó hasta mi la frase tan expresiva como sugerente y llamativa. Siendo vecino de Chert, «la ciudad amurallada de la cima«, despierta la atención el descubrir la expresión de «ciudad amurallada del norte«.
Hace unos años me preocupé en buscar esta supuesta ciudad por toda la costa cantábrica en el mapa del norte de la península Ibérica y con pesar tengo que reconocer que no he encontrado un lugar lo suficientemente estratégico como para referenciar su emplazamiento.
Pensando en la beta de estaño y su interés para el avance de la humanidad, decidí seguir sus yacimientos por el sur de la isla de Inglaterra, cuando de repente, me encuentro, al sur de la población de Weymouth, una pequeña península bastante más grande que Peñíscola, con las poblaciones de Easton y Weston que, muy bien podría ubicarse la ciudad amurallada del norte.
Aunque nunca estuve por allí, ni tengo intención de acercarme a conocerla, parece ser que el lugar tiene abundante agua, aunque me falta información que confirme la existencia de alguna muralla.

La ciudad de Zaragoza.-

A nuestra llegada, la carretera se confundía con la calle que estaba adoquinada en lugar de asfaltada, unos coches aparecían aparcados o estacionados en medio de la carretera y junto a las aceras de ambos lados de la calle, habían unos raíles por los que circulaba un tranvía.
Pasamos por la orilla del Río Ebro que, acostumbrado a ver la Rambla Cervera por la que solo lleva agua en épocas de lluvia torrencial y a cruzarlo por el puente colgante de Amposta cuando iba a visitar a mis tíos en Tarragona, me pareció inmensamente grandísimo, pero hay un anecdótico detalle que recuerdo con asombro.
De repente, mi padre de pone a hablar en castellano ante la atónita mirada de desconcierto que como un niño que siempre había oído a su padre hablar en valenciano no sabía que conocía ese idioma, yo pensaba que en Chert la única persona que sabía hablar en castellano era D. Delfín Molmeneu Querol el Sr. Maestro.

Chersoneso.-

Para los vecinos hijos de Chert, es muy fácil saber de lo que hablamos, nuestro gentilicio es chertolí y no se trata precisamente de un vocablo que nos referencia el oli (aceite) de Chert sobre el resto del que se produce en los pueblos vecinos, se trata de una gentilicio que, aunque pueda parecer despectivo por su terminación, nos indica que nosotros somos los hijos de la ciudad amurallada de la cima, haciendo clara alusión a la Mola Murà, de hecho el sentimiento que corre por de la sangre de sus descendientes, incluso al transcurso de los milenios, exige el retorno a sus orígenes.
La terminación «eso» significa del mar y con la fusión de ambas palabras, descubrimos, gracias a la toponimia, el saber que no está escrito en ningún libro, pero que se mantiene en el conocimiento colectivo de los nombres originales conservados al paso del tiempo. En conclusión final de que la antigua Chersoneso, corresponde con la ciudad amurallada del mar y que hoy conocemos con el nombre de Peñíscola.
De hecho, Peñíscola fue en la antigüedad la puerta de entrada a la península Ibérica desde el Mediterráneo y tal vez algún día, un historiador de los que pisan el territorio más que estudiar libros en biblioteca, se percate del detalle o la lectura de estas líneas, ayuden a despertar sus deseos de estudio en las citas y referencias geográficas que, al trascurso de los siglos, aún están presentes en el territorio.

Con la naturaleza salvaje.-

«Nos fuimos del pueblo a la ciudad por no ir al campo y ahora debemos regresar al pueblo para ir al campo».
Este es un fenómeno social que cada día está más de moda y como las costumbres, cuando se generalizan parecen ser virtudes, es frecuente tropezarte los fines de semana con los nuevos defensores del paisaje, el entorno y la riqueza de la naturaleza, paseando y husmeando por los montes de nuestro prestigioso Maestrazgo.
Por el tiempo de la primavera, aparece la floración de muchas plantas que, causando admiración al curioso caminante por el colorido de sus flores, nos aportan muchas de las propiedades que el organismo humano necesita en pequeñas proporciones para la renovación de sus células y que los animales salvajes conocen inconfundiblemente.
Algunas personas aprovechan el paseo para su recolección y una forma de conservación, es añadirlas a una botella del clásico aguardiente destilado de vino de toda la vida, el problema está en localizarlo, porque en el mercado del súper ya no existe, al no ser un licor comercial, no obstante, Julián Segarra, continua elaborándolo en su destilería de Chert para disfrute del amante de las cosas buenas, auténticas y naturales.

Con la naturaleza salvaje.-

«Nos fuimos del pueblo a la ciudad por no ir al campo y ahora debemos regresar al pueblo para ir al campo».
Este es un fenómeno social que cada día está más de moda y como las costumbres, cuando se generalizan parecen ser virtudes, es frecuente tropezarte los fines de semana con los nuevos defensores del paisaje, el entorno y la riqueza de la naturaleza, paseando y husmeando por los montes de nuestro prestigioso Maestrazgo.
Por el tiempo de la primavera, aparece la floración de muchas plantas que, causando admiración al curioso caminante por el colorido de sus flores, nos aportan muchas de las propiedades que el organismo humano necesita en pequeñas proporciones para la renovación de sus células y que los animales salvajes conocen inconfundiblemente.
Algunas personas aprovechan el paseo para su recolección y una forma de conservación, es añadirlas a una botella del clásico aguardiente destilado de vino de toda la vida, el problema está en localizarlo, porque en el mercado del súper ya no existe, al no ser un licor comercial, no obstante, Julián Segarra, continua elaborándolo en su destilería de Chert para disfrute del amante de las cosas buenas, auténticas y naturales.