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Los constructores, un colectivo incivico.-

En las relaciones humanas, aunque es bien sabido que entre todos nos ayudamos y entre todos nos molestamos, debemos tener siempre presente la voluntad de intentar perjudicar lo menos posible a nuestros vecinos que nos favorecen con su ayuda cuando la necesitamos, si pretendemos una buena convivencia cívica.
Hoy que la construcción precisa de toda clase de tecnología para su desarrollo, en las calles de los pueblos y ciudades no se puede instalar tanta parafernalia bloqueando el acceso y libre tránsito que nada tiene que ver con dificultar el paso a los demás usuarios de la vía pública, si lo entorpecemos hasta el límite de imposibilitarlo.
Es sabido que al edificar se pagan unas licencias de obra por ocupación de vía pública, pero la licencia gubernativa ¿es por ocupar la calle o por bloquearla?. Pues si la licencia ampara el abuso de llegar a perturbar o cerrar actividades económicas, ahí es en donde debería intervenir la irresponsable autoridad competente y poner las medidas correctoras a quienes desvergonzadamente hacen un uso inadecuado de las ordenanzas reguladoras.

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La caseta de piedra en seco.-

Cuando la cantidad de piedras es excesiva para las necesidades de la construcción de las paredes y la distancia que separa la finca rústica de la población en donde el propietario-trabajador reside es larga, había por costumbre aprovechar el sobrante para la construcción de un refugio en el que resguardarse de las inclemencias atmosféricas los días de tormenta.
El uso de la piedra en seco como técnica de construcción en medio del paisaje, contrasta de forma espectacular en el Maestrazgo al norte de la Comunidad Valenciana, en donde podemos ver casetas de todas las formas imaginables y algunas, casi podríamos llamarlas viviendas, con separación en dos zonas, una para el macho por ser el animal de trabajo, de la otra parte el habitáculo destinado a las personas.
Pero las más llamativas y espectaculares de todas las casetas de piedra en seco son las «de volta» por ser de base redonda con las piedras de sus paredes muy bien ordenadas y convenientemente dispuestas para convertirse calladamente al paso del tiempo, en objetos arqueológicos y en auténticas obras de arte.