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El mare nostrum.-

Me imagino a los antiguos fenicios navegando por el mar Mediterráneo con aquellas galeras que ilustraban nuestros libros de historia de cuando íbamos a la escuela y que tanto esfuerzo nos exigía su aprendizaje, en las que aparecía un mástil central con una vela rectangular y unos remos laterales que supuestamente eran accionados a pilas de esclavos remando en las inclementes aguas marinas y soportando los embates de las olas, cuando posiblemente solo se usasen para acercarse o alejarse de las orillas costeras al repostar, embarcar o desembarcar.
Tras varias semanas de navegación, una galera fenicia se acercaba a la península Ibérica con viento en popa a toda vela, cuando de repente, divisa a los lejos unas pequeñas islas, se trata de las islas Columbretes que delatan la proximidad de la tierra firme del occidente y el capitán de la nave, manda corregir el rumbo hacia estribor que navegando por una latitud más septentrional, coloca proa en dirección al sur del gran río íbero.
Antes de llegar a su desembocadura, aparece por el horizonte la imagen de la esperada tierra en que la silueta emerge de forma majestuosa en medio del mar. Me refiero a la Chersoneso, lugar de llegada, repostage de provisiones y de agua que abundantemente brota a su alrededor como esculpida en medio de una fuente.

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El cambio de horario.-

Con tanta tecnología a nuestro alcance, tanto coche, ordenador, teléfono móvil y tanto presumir del Internet y aún nadie ha inventado nada para solucionar el problema que nosotros mismos hemos creado supuestamente para mejorar nuestra vida. Desde que a alguien se le ocurrió el invento del cambio de horario, nos despertamos por la mañana sin saber realmente que hora es y necesitamos del reloj para saber que es la hora de levantarnos.
Hace muchos años que el reloj fue inventado, pero nunca fuimos tan dependientes de la dichosa maquinita que, supuestamente necesitamos llevarla continuamente atada a nuestra muñeca, cuando en realidad, somos nosotros quienes vamos sujetos al reloj, conviertiéndonos en sus esclavos.
Esclavos de un tiempo que nadie sabe lo que es, del que todo el mundo habla pero que nadie respeta y llegado el momento, cuando decidimos utilizar su sistema de medida para coincidir con los demás, no somos fieles a nuestra palabra dada y si alguien nos reclama su tiempo de espera, siempre tenemos la excusa se culpar a los demás por nuestra negligencia e irresponsabilidad.

El cambio de horario.-

Con tanta tecnología a nuestro alcance, tanto coche, ordenador, teléfono móvil y tanto presumir del Internet y aún nadie ha inventado nada para solucionar el problema que nosotros mismos hemos creado supuestamente para mejorar nuestra vida. Desde que a alguien se le ocurrió el invento del cambio de horario, nos despertamos por la mañana sin saber realmente que hora es y necesitamos del reloj para saber que es la hora de levantarnos.
Hace muchos años que el reloj fue inventado, pero nunca fuimos tan dependientes de la dichosa maquinita que, supuestamente necesitamos llevarla continuamente atada a nuestra muñeca, cuando en realidad, somos nosotros quienes vamos sujetos al reloj, conviertiéndonos en sus esclavos.
Esclavos de un tiempo que nadie sabe lo que es, del que todo el mundo habla pero que nadie respeta y llegado el momento, cuando decidimos utilizar su sistema de medida para coincidir con los demás, no somos fieles a nuestra palabra dada y si alguien nos reclama su tiempo de espera, siempre tenemos la excusa se culpar a los demás por nuestra negligencia e irresponsabilidad.