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Turismo, visitas o actividad economica.-

Desde hace muchos años los pueblos del interior tenían que desaparecer y las actividades económicas comerciales debían concentrarse en las poblaciones más grandes, con mayor número de habitantes y si eran capitales de provincia mejor. Las carreteras importantes se construian por la costa, el ferrocarril y hasta la autopista se trazó lejos del camino romano que con muchos más años de historia ya se había cimentado, también los centros educativos, los sanitarios, culturales, sociales, deportivos, etc., como si las personas que decidimos vivir en un pueblo no existieran.
De esta suerte, los precios de los productos de las actividades económicas agrícolas se han mantenido, incluso rebajado con el pretexto de no encarecer la cesta de la compra, para facilitar a los jóvenes pasar a desarrollar actividades ganaderas intensivas o emigrar a las empresas de las grandes ciudades y disponer de un salario acorde con las circunstancias sociales del momento. Las casas de los pueblos han quedado abandonadas y también hemos vivido el deterioro natural de nuestro entorno por falta de cuidados.
Os fuisteis a la ciudad por no ir al campo y ahora estáis anhelando el momento para poder regresar al campo, pero el campo no está preparado para recibiros, aunque la Consejería de Turismo empiece a subvencionar e incrementar anualmente ayudas para mejorar la difusión de los recursos turísticos ruinosos y poder atraer a más visitantes que tampoco pueden cubrir las necesidades económicas de los pueblerinos. Lo que necesitamos son menos trabas burocráticas para poder vivir como personas.

«Lo Lleó del Maestrat«.

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La loteria de Navidad.-

Estuve toda la noche soñando con las mil pesetas, quiero decir con los mil euros y que me había tocado el primer premio (en España le llaman gordo) de la lotería de Navidad. La cantidad de dinero era de tal magnitud que han tenido que construir el ferrocarril de Castellón a Chert, para poder traerme los vagones cargados de sacos de billetes de 1000 euros. Por no saber por dónde empezar, se me ocurrió colocar los sacos de los billetes debajo de la cama y al final para acostarme tenía que acceder por medio de una escalera de las que utilizamos en la poda de los grandes olivos milenarios porque la cama tocaba en el techo y como era muchos sacos, para que me cupiesen en el almacén, los he tenido que apilar hasta el techo, con tan mala fortuna que una pila, ladeándose, me ha caído detrás de la puerta y no podía entrar, al final por la chimenea metía el brazo y sacaba los billetes que podía pero no alcanzaba el resto, ¡menudo disgusto!, tenía todo el dinero de la lotería de Navidad y era preso en la calle de mi propia codicia. Al despertar, le doy un cabezazo al techo y me hago un chichomazo que parecía que me iba a salir un cuerno, ¡che!, con lo feliz que era yo siendo el coñaquero de Chert por ser el último y único destilador del Maestrazgo y el premio de la lotería no me ha llevado más que malos sueños y quebraderos de cabeza (lo digo por el chichón), aunque bien pensado, he podido ver todas las estrellas del firmamento chertolí sin necesidad del telescopio de la unidad de observación astronómica del Maestrazgo en Chert.
Para colmo de recochineo, al ir a almorzar, he visto y oído en la televisión como los niños del colegio de San Ildefonso de Madrid cantaban los números y los premios de la lotería. Salgo a la calle, me siento en un banco de piedra que hay en el paseo y como el Sol lucía cálidamente con todo su esplendor, el que tanto se agradece en los fríos días de invierno, he disfrutado como un rey almorzado tranquilamente, para postre, me he tomado un carajillo SEGARRA y me he dado cuenta que soy el hombre más rico del mundo. Tengo salud para comerme un bocadillo sentado al sol, no necesito el dinero porque tampoco estoy ilusionado en gastarlo y además, estoy enamorado.