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D. François Rodriguez Perez.-

Hoy hace un año que empezaba este blog y rápidamente desde Sagunto se adhería, comentaba y animaba el Sr. François Rodríguez Pérez del Restaurante L’Ameler. Desde entonces, muchas personas habéis registrado vuestro correos para recibirlo puntualmente, otros, no habéis confirmado el registro, algunos se han hecho seguidores y una abrumadora mayoría, aparecéis regularmente tras la mata para leer su contenido.
Aunque en principio estaba escribiendo casi a diario, desde hace un par de meses he aflojado malintencionadamente y mis apariciones están siendo más esporádicas que diarias, lo que me favorece en el sentido de imponerme a mi mismo la voluntad de redactar cada día el articulito literario.
Hoy cumplo mi primer añito en este medio y agradeciendo la adhesión y seguimiento, tengo que participar al lector que prefiero la página web al blog y en consecuencia, en lo sucesivo, tendréis que aguantaros y resignaros si, esperando mi intervención epistolar en vuestro correo electrónico, no la recibís. Y es que por muy destilator que pretenda ser, no puedo mantener cuatro bloges todos los días y prefiero los dominios de Internet.

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El registro del nombre de la marca.-

Generalmente se da excesiva importancia al nombre de la marca de un producto y eso ocurre especialmente cuando el producto asociado no tiene alguna cualidad.
La marca y su registro es una forma de pagar impuestos que con la excusa de protección, te autoobligas a pagar los derechos de patente. Con ello, nadie más que tu puede usar el nombre para la clase de artículo que referencia y se supone que cuando te sientes perjudicado por un fraudulento comerciante, puedes acceder a los tribunales para ventilar discrepancias.
Antiguamente, cuando existía similitud fonética, se podía ejercer el derecho de oposición pero actualmente, con el proliferado uso del Internet, con solo cambiar una sola letra el registro queda autorizado.
El nombre de la marca representa solamente la forma de identificar, al igual que el nombre elegido por nuestros padres y asignado cuando nacemos. Mi abuelo Julián Segarra Ferreres registró la marca SEGARRA, mi padre Julián Segarra Ortí registró la marca GRAN MAESTRE y ¡qué!, lo importante es que estas marcas representan los mejores licores que se pueden elaborar en todo el mundo, si algún otro destilador fuese capaz de mejorarlos, la marca registrada no sirve para nada más que engañar al iluso.