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La cultura de un pueblo del Maestrazgo.-

Estos días hay mucha actividad en el patio de las escuelas, están cambiando las vallas delimitadoras de propiedad y como quiera que antes del edificio escolar estaba construida la destilería de Julián Segarra de Chert, la pared de este edificio particular, siempre ajeno a cualquier obra pública, goza del privilegio de vecindario.
Cuando ingresé por primera vez en la escuela, el recinto escolar estaba tapiado con una pared de mortero y piedras de unos dos metros de altura, salvo por la fachada principal que era menos alta porque encima se añadió una reja sujetada con columnas de ladrillos que aún se conserva y permite ver su bonita fachada. La tapia, tenía colocada unos postes de hierro macizo en L de un metro aproximadamente y aunque en el proyecto original se supone debería ir equipado con cuatro alambres de espino, nunca hizo falta el colocarlos.
Existen muchos parámetros para medir la cultura de un pueblo y a bote pronto, el más representativo por su inmediata visibilidad, es la altura de los postes anclados en la cerca del recinto instructivo más representativo. La cultura de Chert debe ser muy alta a juzgar por el vallado de dos metros de altura encima de una pared de dos metros. Ahora, con sus cuatro metros de altura, ya no se nos va a escapar el saber.

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El incivico comportamiento.-

Un día visitando Clientes, debí parar mi camioneta, encontrando espacio, junto a la valla de un colegio. Cuando regresé a retirarla para irme a otro pueblo, los niños estaban jugando en el patio de la escuela y junto al vallado, había unos chiquillos con una piedra en la mano que, a modo de coche, la empujaban por el suelo. Junto al tronco del árbol, habían puesto un cartón doblado como si fuese una casita que hacía las funciones de cochera para guardar la piedra, quiero decir el supuesto coche.
Mientas estaba ensimismado admirando en el comportamiento de los atareados chavales, el Sr. Maestro llamó a todos para incorporarse en las obligaciones docentes y abandonar el recreo. En ese momento, un niño que jugaba a fútbol, deja la pelota y se acerca al árbol dando una patada al cartón-almacén y todos corren hacia la puerta del edificio.
Supongo que al día siguiente, los amantes del fútbol seguirían jugando con la pelota, los chiquillos de los automóviles, con sus coches-piedra y los rompedores de entretenimientos, rompiéndolo, que es lo que saben hacer, pero no será igual ni lo mismo, porque es imposible colocar el cartón-casa de la misma forma y en el mismo sitio.

El incivico comportamiento.-

Un día visitando Clientes, debí parar mi camioneta, encontrando espacio, junto a la valla de un colegio. Cuando regresé a retirarla para irme a otro pueblo, los niños estaban jugando en el patio de la escuela y junto al vallado, había unos chiquillos con una piedra en la mano que, a modo de coche, la empujaban por el suelo. Junto al tronco del árbol, habían puesto un cartón doblado como si fuese una casita que hacía las funciones de cochera para guardar la piedra, quiero decir el supuesto coche.
Mientas estaba ensimismado admirando en el comportamiento de los atareados chavales, el Sr. Maestro llamó a todos para incorporarse en las obligaciones docentes y abandonar el recreo. En ese momento, un niño que jugaba a fútbol, deja la pelota y se acerca al árbol dando una patada al cartón-almacén y todos corren hacia la puerta del edificio.
Supongo que al día siguiente, los amantes del fútbol seguirían jugando con la pelota, los chiquillos de los automóviles, con sus coches-piedra y los rompedores de entretenimientos, rompiéndolo, que es lo que saben hacer, pero no será igual ni lo mismo, porque es imposible colocar el cartón-casa de la misma forma y en el mismo sitio.