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Lo prefieres enriquecido.-

Las personas no son tontas porque en la glándula tiroides tienen unos miligramos de iodo. El iodo, se puede comprar a sacos en la tienda de la esquina, pero este iodo de la droguería, no es el que como humanos seres necesitamos para ser inteligentes y por muchos sacos de iodo que tengamos en casa, no somos más listos, ni más sabios que el vecino.
En el mercado, existen muchos productos y muy buenos, pero algunos, para mejorar sus cualidades, parecen ser que necesitan de los potenciadores y enriquecedores, algo desconocido que publicitariamente hablando, cuanto más aditivos llevan, más vitaminosos son y al ingerirlos, dependiendo de nuestra capacidad de eliminación por las vías naturales de las heces o la orina, pueden ir acumulándose indebidamante en el organismo.
Pero hay que comprenderlo, es que entre elegir un producto natural con todas las propiedades de las plantas, frutos, semillas o bayas silvestres y otro enriquecido, aconsejado por una artista actual de moda operada estéticamente, siempre vamos a dejarnos influir por las sabias palabras, supuestamente opiniones, de la belleza artificial y sugestivamente hablando, sin comprobar, comprar.

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Las tradiciones importadas.-

Con todo el trasiego de personas fruto de los avances tecnológicos y su facilidad de adquisición, nos desplazamos fácilmente de unos pueblos a otros y copiamos aquellos detalles que más nos agradan y de rápida incorporación en el nuestro como si de una tradición ancestral se tratase cuando en realidad es una importación con incorporación de pocos años.
La presentación de las carrozas en el pasacalle del pregón de las fiestas patronales o la sustitución del cayado por una caña en la Romería de San Marcos de la Barcella, sin claros ejemplos, pero hoy me voy a referir a los fuegos de artificio, cohetes y petardos que engalanan las noches y llenan de vistosidad a una bonita y llamativa fiesta que nunca tuvimos pero que sin percatarnos la estamos absorbiendo como propia.
El uso de la pólvora nunca fue propio de pueblos con escasos recursos agrícolas, principal fuente de ingresos de sus habitantes que en el caso de Chert, por estar desde siempre más bien dedicados a actividades industriales en las que sus vecinos, hubieron de espabilarse para poder vender en los mercados exteriores sus productos, no propiciaron el gasto de su reducido presupuesto festero en los llamativos fuegos artificiales, hoy derivando hacia los «correfocs» que tanto nos divierten a todos y muy especialmente a los jóvenes del cambio de milenio.