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El colmo de lo absurdo.-

   Esta mañana he recibido en mi correo electrónico el artículo colgado en http://casaconjacuzzi.blogspost.com al que estoy suscrito, con el comentario de la chapuza legislativa reguladora de la recogida de setas.

   Mi amplia experiencia en la recogida de setas y lo digo con guasa y de esta forma para que quede constancia porque desde hace cuatro años soy «Recolector Mayor de Rovellones en el Reino de España» y a la llegada del tiempo propicio de su crecimiento, me apunto un día al año con mis amigos para acercarnos al monte y trincar todos los que encontramos a nuestro paso, me permite comentar el absurdo aspecto legal de la Orden.

   En calidad de agricultor fiscalmente declarado, cuando voy al campo a recoger los frutos de mi actividad agrícola, lo hago con capazo y saco, cuando he ido al monte a recolectar setas de las que solo elijo los rovellones, lo hago con cesta pero nunca se me ocurriría ir al campo o al monte acompañado de una balanza.

   Las balanzas se usan a nivel comercial por quienes supuestamente recogen setas (en la tienda de la esquina), mientras degustan una merendola en el bar o restaurante del pueblo. Hay que ser analfabeto de una actividad como la de recogida de setas para fijar los límites en 6 kilogramos, los límites, de haberlos, deberían medirse por cestos, porque al monte se va con cesta y no con balanza.

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La economia comienza por el ahorro.-

Estos días parece que por el mundo están todos los Gobiernos en plena efervescencia, la televisión no para de comentarnos por todos las canales que algo malévolo se nos avecina y una sensación de intranquilidad se nos apodera de los continuos lloriqueos de boquilla en los tradicionales lugares de encuentro, bien sean tiendas o bares.
Al parecer en la otra parte del mundo, alguien ha estornudado y de repente todos deberíamos andar constipados. Es evidente que cuando no se tiene cerca una botella de Brandy del Maestrazgo, cualquier virus que se cruce en tu camino te puede producir «un cinc de copes buides» por el que pierdes el control de la situación y andas como un caballo desbocado o un pato mareado.
Pero ante cualquier tropiezo, en el siempre difícil caminar de la vida, hay que saber capear el mal temporal y si previamente, durante las épocas de bonanza, hemos aprendido que ahorrar no consiste en comprar barato de precio, sino en saber distinguir lo superfluo de lo necesario, la crisis no debería existir en nuestro vocabulario.